miércoles, 19 de noviembre de 2014

El pecado imperdonable y las almas perdidas


CAPÍTULO VII

EL PECADO IMPERDONABLE
Y LAS ALMAS PERDIDAS

Algunos de nuestros estudiantes han sido ilustrados acerca del pecado
imperdonable y como quiera que este punto tiene cierta relación con el del
matrimonio, ya que uno es un sacrilegio y el otro un sacramento, bueno será que dilucidemos el asunto desde un punto de vista diferente al que
anteriormente ha sido tratado en nuestros escritos.
Primeramente permítasenos ver qué se quiere significar por "sacramento" y porque los ritos del bautismo, comunión, matrimonio y extremaunción son propiamente llamados así; entonces estaremos en situación de comprender que es el sacrilegio y porque es imperdonable.
Los rosacruces enseñan, si bien más detalladamente, la misma doctrina que San Pablo predicó en el capítulo 15: de la 1ª epístola a los Corintios, partiendo del versículo 35: de que además del cuerpo de carne y sangre, tenemos un cuerpo de alma, "soma psuchicon" (mal traducido "cuerpo natural") y un cuerpo espiritual; que cada uno de estos cuerpos crece de un átomo o simiente diferente y que existen tres períodos de desenvolvimiento para Adán o el hombre.
El primer Adán fue extraído de la tierra y carecía de vida sensible. El alma le fue añadida al segundo Adán, y así tuvo vida dentro de él, una levadura o fermento que laboraba para elevar la tierra de Dios. Cuando la potencia del alma extraída del cuerpo físico haya sido elevada a lo espiritual, el último Adán será un espíritu dador de vida, capaz de transmitir el impulso de la vida directamente a los otros, como la llama de una vela puede ser comunicada a otras muchas sin disminuir la magnitud de su llama original.
Mientras, el germen para nuestro cuerpo vital tuvo que ser convenientemente colocado en tierra propicia para desarrollar un vehículo apropiado y los órganos generativos fueron provistos así, desde el principio, para llevar a cabo este propósito. Ya se afirma así en el Génesis, I: 27, que Elohim lo creó macho y hembra. Las palabras hebreas son "sacre va n´cabah". Estos son los nombres
de los órganos del sexo. Traducido literalmente, sacre significa "portador de semen". Así es que el matrimonio es un sacr-amento, pues abre la vía para la transmisión de un átomo simiente físico del padre a la madre y tiende a preservar la raza de los embates de la muerte. El Bautismo como sacr-amento, significa la urgencia germinadora del alma para una más alta vida. La Santa Comunión, en la cual partimos el pan (hecho de la semilla de plantas castas) y el vino (simbolizando la copa, la cáscara de la semilla desprovista de pasión), tienden a la edad que ha de venir, edad en que será innecesario transmitir la semilla de padre a madre y en la que podremos alimentarnos directamente de la vida cósmica y conquistar así la muerte. Finalmente, la extremaunción es el sacramento que marca la pérdida del cordón plateado y la extracción del germen sagrado libertándolo hasta volver a ser plantado en otro "n´cabah", o madre.
Así como la semilla y el óvulo son la raíz y base del desarrollo racial, es fácil de ver que ningún pecado puede ser más serio que aquel que abusa de la función creadora, pues por este sacr-ilegio impedimos el desarrollo de futuras generaciones y transgredimos al Espíritu Santo, Jehová, que es el guardián de las fuerzas creadoras lunares. Sus ángeles anunciaron los nacimientos, como en los casos de Isaac, Juan el Bautista y Jesús. Cuando quiso recompensar a sus más devotos servidores, les prometió hacer su semilla tan numerosa como las arenas de la playa. También Él distribuyó uno de los más terribles castigos a los sodomitas por cometer el sacr-ilegio de desperdiciar su semilla. Incluso hace reaparecer los pecados de los padres sobre sus hijos hasta la tercera y cuarta generación, pues bajo su régimen la ley reina suprema. El hombre no ha evolucionado todavía hasta el punto de que pueda responder al amor. El requiere de sus enemigos ojo por ojo y de la misma manera que él se porta, se portan con él.
Aunque esto nos parezca muy cruel, a nosotros que estamos cultivando cada día más y más las facultades del amor y de la misericordia, debemos tener presente que su justicia retributiva, se aplica puramente al cuerpo físico, que está bajo las leyes de la naturaleza absolutamente igual que cualquier otro compuesto químico del universo. Cuando los abusos lo han debilitado, es incapaz de cumplir su misión y satisfacer nuestras demandas en ningún respecto, como ocurre con cualquier otra maquinaria que hemos construido con los materiales que nos rodean. No existen los milagros que serían necesarios para generar un perfecto y saludable cuerpo, de padres que han transgredido las leyes de la naturaleza por sus abusos; por lo tanto, este pecado no puede ser perdonado, sino que ha de ser expiado, pero cuando el tiempo y los cuidados hayan restaurado la necesaria fuerza y el debido vigor, el cuerpo llenará de nuevo sus funciones de una manera normal y saludable. De este modo podemos comprender que bajo la ley no existe la gracia, puesto
que ésta es dictada por el amor. Por lo tanto estuvo en perfecta consonancia con las órdenes cósmicas al decir Cristo, el señor del amor, que serían perdonadas todas las cosas que los hombres hicieran contra Él, pues el amor era la estrella dominante de su reinado; pero cualquier cosa que se hiciera contraria a la ley de Jehová debería encontrar toda su retribución. Nunca agradeceremos bastante la admirable religión que Él nos dio, particularmente si la comparamos con otras contra las cuales, pueblos menos evolucionados, están en la actualidad peleando. Tomemos el budismo, por ejemplo, a pesar de lo grande y hermoso que su fundador fue; él no veía más que dolor, una lucha constante contra las leyes de la naturaleza. El aspiraba a enseñar a sus discípulos la superación de aquella condición por medio de la perfecta y absoluta obediencia, tal como nosotros hemos conquistado las leyes de la electricidad y otras fuerzas en la naturaleza. Los budistas no ven otra cosa más que la fría ley despiadada; por otra parte, nosotros, los occidentales, tenemos siempre ante nuestros ojos, desde la cuna a la tumba, una descripción de uno que ha dicho: "Venid a mí todos los que trabajáis y vais muy cargados y yo os daré el descanso".
Pero ahora ha llegado la hora de preguntar: "¿Qué hay de las almas perdidas?
¿Son una ficción de nuestra imaginación también...? A esta pregunta podemos contestar "si", aunque es necesario dar una explicación. Mejor lo comprenderemos si retrocedemos en la historia de la raza humana y
confrontamos las experiencias de algunos que han pecado, pues ellos nos
darán un ejemplo de lo que puede ocurrir.
A fin de partir de un punto apropiado reiteraremos unas pocas de las
enseñanzas Rosacruces respecto a la génesis de la Tierra y del hombre que la puebla. Tres grandes pasos de desenvolvimiento han precedido al presentePeríodo Terrestre. El padre es el más alto iniciado del período de Saturno, encarnando particularmente el Sol Espiritual. El hijo, el Cristo cósmico, es el más alto Iniciado del Período Solar, encarnado en el Sol Central y guiando los planetas, en sus órbitas, por un rayo salido de Sí mismo, que acaba por ser el espíritu interno de cada planeta, cuando ha madurado lo suficiente como para contener y albergar una tan grande Inteligencia. Jehová, el Espíritu Santo, es el más alto Iniciado del Período Lunar y mora en el Sol físico, en el Sol visible.
Él rige las varias lunas arrojadas por los diferentes planetas con el propósito de ofrecer a los seres que han caído muy bajo en la marcha de la evolución y que con la disciplina más rígida de una más firme ley, puedan ser despertados y espoleados para mantenerse en la mejor condición posible.
Cuando miramos al espacio vemos que algunos planetas tienen un cierto
número de lunas y otros no tienen ninguna; pero así como existen perezosos en toda agrupación considerable y como las lunas son necesarias para ayudar a estos rezagados a alcanzar de nuevo su perdido estado, podemos estar seguros de que los planetas que carecen de luna en el presente, la han tenido en el pasado. Aquellos grandes seres de quienes el Concepto Rosacruz del Cosmos habla como los "Señores de Venus" y los "Señores de Mercurio" eran, en efecto, rezagados de estos dos planetas.
En antiquísimos tiempos habitaron lunas que circundaban sus respectivos
planetas y fueron suficientemente afortunados al hallar de nuevo el camino perdido, en gran parte bajo la disciplina a que allí se les sometió. Después recibieron la oportunidad de servir a la humanidad de nuestra Tierra y por este servicio se aseguraron el retorno al planeta de donde habían sido desterrados.
Se perdieron por la ley, pero los redimió el amor. Así podemos inferir que las ocasiones de prestar servicios darán también a los otros seres, que se hayan "perdido", la ocasión de rehabilitar su pasado.
Como es posible que el lector se encuentre embrollado al examinar lo que
ocurre con las lunas en las cuales se han sucedido estos hechos, debemos decir que el sistema solar debe ser mirado como el cuerpo del Gran Espíritu, a quien llamamos Dios y como quiera que cualquier desarrollo causado por un proceso anormal nos lastima cuando ocurre en nuestro cuerpo, así también tales cristalizaciones como las de las lunas son motivo de sufrimiento para el Gran Ser. Además, así como nuestro propio sistema orgánico se esfuerza en eliminar tales anormalidades de desarrollo, el universo se esfuerza también en expeler las lunas que han servido a sus propósitos. Mientras los seres que han sido desterrados a una luna están en su sitio en ella, el Espíritu Planetario del planeta primitivo, impulsado por su preocupación por estos seres, conserva la luna en su órbita y a su amor por ellos le damos el nombre de Ley de Atracción; pero así que han vuelto a su planeta padre, el Espíritu Planetario pierde todo interés en lo que era su desventajosa habitación.
Cuando esto ocurre, la órbita de la tal luna vacía se ensancha lentamente,
comienza a desintegrarse y es finalmente expelida en los espacios interestelares.
Los asteroides son restos de lunas que en un tiempo circundaron a
Venus y Mercurio. También hay otras lunas en apariencia fragmentos lunares en nuestro sistema solar, pero el Concepto Rosacruz del Cosmos no se ocupa de ellos por estar fuera del límite de la evolución.

del libro "Recolecciones de un Místico", de Max Heindel



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