lunes, 30 de marzo de 2015

Editorial: BOLETÍN INTERNO Nº 40

Editorial:  BOLETÍN INTERNO  Nº 40


El Plan Divino es algo impresionantemente coherente y que se realiza, de modo inevitable,  a  pesar  de  nuestros  tropiezos  y  dudas  y  equivocaciones  constantes, consecuencia de nuestro libre albedrío y de nuestro imperfecto e inacabado desarrollo evolutivo. Y cada cosa aparece, en el momento oportuno, a cumplir el objetivo para el que  fue  concebida.  Y  cada  cosa  desaparece,  en  el  momento  conveniente,  es  decir, cuando  ha  cumplido  su  misión.  Si  nos  acostumbramos  a  ver  la  historia  como  el desarrollo de ese Plan, nos resultará  más comprensible  que si sólo nos fijamos  en los datos  exclusivamente  materiales,  aparentemente  casuales  y  aleatorios.  Y  lo  mismo ocurre  con  nuestras  propias  vidas,  la  de  cada  uno  de  nosotros,  que  no  son  sino  la realización del plan confeccionado por nuestros propios espíritus para lograr su máximo de manifestación en el plano físico.
            En  la  historia  conocida  por  al  ciencia,  empezando  por  el  hombre  como  ser nómada  y  regido  por  la  ley  de  la  venganza  de  la  sangre,  llegamos  al  hombre  como agricultor y, consecuentemente, sedentario. Y, de ahí, a las ciudades, regidas ya por la Ley del Talión, que no fue sino una limitación a la barbarie anterior, que sólo producía matanzas  innecesarias  y  permanentes.  Ya  en  las  ciudades,  pronto  surgieron  los dirigentes: la realeza, la nobleza y el clero. Y se fundaron los primeros estados en base a monarquías absolutas, en las que el máximo poder lo ostentaba el monarca. Y, cuando la monarquía absoluta hubo alcanzado su cenit, surgió y empezó a cobrar importancia, la  burguesía.  Y,  cuando  ésta  fue  lo  suficientemente  fuerte,  destronó  a  los  reyes absolutos y surgieron las monarquías constitucionales y las repúblicas. Y de ellas, están naciendo organismos  mayores,  más igualitarios,  más niveladores.  Momento  en el  que nos hallamos actualmente. Eso en cuanto al proceso político se refiere.
            Desde  el  punto  de  vista  económico,  empezamos  con  el  trueque  de  productos, seguimos inventando el dinero, continuamos con la letra de cambio, la banca y la bolsa.
Y ahí nos encontramos.
            En  lo  militar,  pasamos  de  la  horda  devastadora,  al  ejército  basado  en  levas obligatorias o mercenarios, dirigidos por los nobles. Luego, por militares profesionales. 
Y  apareció  el  servicio  militar  obligatorio  que,  recientemente,  se  ha  abolido  ya  en muchos países, entre otros el nuestro.  Y ahí estamos.
            En  lo  religioso,  empezamos  adorando  a  las  fuerzas  de  la  naturaleza.  Luego,  a unos dioses violentos, que exigían obediencia ciega. Y más tarde, a un Dios invisible, que nos recompensaría debidamente tras la muerte. Pero ese concepto de Dios y de la vida, rápidamente, están siendo sustituidos por un Ser, del que todos formamos parte, y que nos necesita como nosotros a Él, y por una vida que sabemos renace. Y prolifera la comprensión de que somos espíritus inmortales y de que la muerte no existe y sí existe, en cambio, la evolución, el adelanto, el perfeccionamiento, tras cada vida del hombre, tanto por dentro como por fuera. Y hasta ahí hemos llegado.
            En  cuanto  a  los  instrumentos,  los  inventos,  los  descubrimientos,  han  ido apareciendo oportunamente: el hacha fue sustituida por espada y la lanza; éstas, por la honda  y  el  arco  y  la  flecha, que  dieron  paso al  arma de  fuego:  arcabuz, fusil,  cañón, 
ametralladora, proyectil dirigido, bomba atómica…Y ése es nuestro tiempo.
            La medicina empezó siendo magia. Luego, se independizó de la religión. Desde entonces,  ha  descubierto  los  microbios  como  causantes  de  las  enfermedades,  las vacunas para prevenirlas, los antibióticos para combatirlos, los trasplantes de órganos,
la  prolongación  artificial  de  la  vida,  la  clonación,  el  genoma…  Y  en  eso  nos encontramos.
            En cuanto a la vida de relación, empezando por la incomunicación total de los pueblos, pasamos por el comercio por tierra y por mar con medios rudimentarios, por los navíos a vela, luego a carbón, más tarde a gas oil y a energía atómica… Y al globo, al dirigible, al avión de hélice, al submarino, al reactor, al satélite artificial... Y, de la paloma mensajera al morse, al teléfono, a la prensa, a la radio, a la televisión, a internet.
Y, de ir a pie, pasmos a la caballería, al carro, al tren, automóvil, al avión…
            Y, del carro de Tespis, al teatro, y de él al cine y a la televisión en directo, en tiempo real…
            Si bien se mira, cada uno de estos inventos ha venido a completar otro anterior o a  sustituirlo.  Porque  eso  precisamente  es  la  evolución:  avanzar,  dar  pasos  incesantes hacia el “más perfecto y más bello y mejor”. Pero no hemos de engreírnos demasiado:
Todo  eso  estaba  incluido  en  el  Plan  divino.  Todo  eso  lo  previó  Dios  antes  de  la Creación  y  nosotros  no  hemos  hecho  sino  recibir  de  los  planos  superiores  las inspiraciones necesarias para realizar ese Plan, al tiempo que nos realizábamos nosotros
mismos - como piezas de él que somos - y sin perder nuestra individualidad ni nuestra libertad.
            De todos estos temas, el más sugestivo en nuestro tiempo es el de los medios de comunicación - los media - que, como todo en ese Plan divino, tiene su papel, su misión ineludible que cumplir.
            ¿Y cuál es la misión de los media? Nada menos que la de crear una conciencia colectiva que nos abarque a todos los hombres y mujeres del mundo. Más aún: a todos los seres vivos. Y, aún más: a la naturaleza toda que, en última instancia no es sino el cuerpo físico de Dios.
            ¿Y  cómo  se  lo  arreglan  los  media,  sin  proponérselo,  sin  darse  cuenta,  pero  inevitablemente,  para  crear  esa  conciencia  colectiva?  Haciéndonos  vivir  y  presenciar una  serie  interminable  de  catástrofes,  desgracias,  sufrimientos,  guerras,  injusticias, crueldades,  desigualdades,  abusos,  castigos,  plagas,  enfermedades…  Es  decir, haciéndonos vivir la vida de los demás como si fuese la propia. Porque, toda esa serie 
de  sufrimientos  la  humanidad  los  ha  experimentado  siempre  sin  ser  consciente  de  su 
magnitud, pero ahora llegan a nuestros hogares, traídos por los media, y ello hace que, sin excepción posible, nos duelan a todos en el fondo del alma. Porque todos tenemos el convencimiento  interior de que podría ser mucho mejor, mucho más hermoso, mucho más justo, mucho más soportable. Y que sería deseable que todo eso no ocurriese.
            Pero,  ¿por  qué?  ¿Qué  es  lo  que  nos  hace  sensibles  a  esas  desgracias,  casi siempre ajenas? Nuestra sensibilidad. Una sensibilidad que se nos está despertando. Una sensibilidad  que  no  ha  existido  siempre.  Hace  muy  poco,  aún  admitíamos  y practicábamos  la esclavitud.  Y las  levas forzosas para ir  a la  guerra. Y los impuestos arbitrarios. Y los castigos brutales y desproporcionados…
            ¿Qué nos está ocurriendo, pues? ¿Qué nos ha ocurrido? Sencillamente, que está empezando  a  formar  parte  de  la  conciencia  colectiva  la  idea  de  que  todos  los  seres humanos o, mejor, todos los seres, tenemos derecho a la vida, que todos los hombres y
mujeres  deben  tener  las  mismas  oportunidades,  que  todos  hemos  de  respetar  los derechos  de  los  demás,  que  todo  derecho  lleva  implícita  una  obligación  correlativa  e inseparable  de  él,  que  es  posible  una  sociedad  mejor  que  la  que  tenemos.  Y estamos empezando  todos  -  no  unos  pocos,  como  había  ocurrido  hasta  ahora  -  a  encontrar normal  el  esforzarnos  por  lograrla.  Y  todo  eso  está  calando  muy  hondo  en  nuestros corazones. Y, ¿a qué se debe? A tres causas muy concretas:
            Por un lado, al hecho de que todos los hombres constituimos un espíritu grupal, un todo. Y no podemos sentirnos bien - aunque queramos y hasta, incluso, aunque lo creamos - mientras uno de nosotros, una parte del todo, lo pasa mal.
            Por otro lado, a que, como células en el cuerpo de Dios que somos y, por tanto, instrumentos de manifestación Suyos, vemos reflejados en nosotros Sus esfuerzos por 
alcanzar  un  estado  más  perfecto  que  el  actual,  ya  que  es,  como  nosotros  -  aunque  a 
escala inconcebible para nuestras mentes - un ser en evolución.
            Y, por último, a que todos estamos recibiendo, consciente o inconscientemente, unas vibraciones de procedencia cósmica - las de Acuario - a través del planeta Urano, que están abriendo nuestro corazón a la nota clave de toda la creación: el Amor.
            ¿Y  qué  debemos  hacer  para  activar  esas  vibraciones,  para  absorberlas  al máximo? Seguir viviendo del modo más honesto y responsable de que seamos capaces, y detener nuestra mente, abriendo las puertas a la intuición. Porque es la intuición, y no el razonamiento, la que nos está desarrollando a marchas forzadas. Y es ella la que ha hecho que, al margen de los gobiernos, hayan surgido y sigan surgiendo organismos no gubernamentales  - ONGs  -  que,  obedeciéndola,  sin usar  la  mente  para  comprender el 
mandato ni para argumentarlo, se sientan impelidas a ayudar al prójimo, haciendo caso omiso de razas, religiones, colores o idearios.
            Abrámonos a esa manifestación de la fraternidad universal y de la solidaridad, a esa exacerbación de la intuición, que proviene del Mundo del Espíritu de Vida y,  por ello, por tratarse de un mundo superior al mental, no pasa por él, sino que, utilizando la conexión  oculta  de  aquél  con  el  cuerpo  vital,  se  aloja  en  el  chakra  del  corazón  y despierta  al  Amor,  al  Cristo  Interno,  allí  dormido  y  esperando  pacientemente  ser despertado.
Ese despertar nos llevará a la identificación con el todo, que no supone el vaciar nuestra gota  existencial  en  el  océano  de  la  creación  sino,  al  contrario,  un  vaciamiento  del océano entero en la gota de nuestra propia individualidad.

* * *

               FRATERNIDAD ROSACRUZ  MAX HEINDEL (MADRID)
BOLETÍN INTERNO Nº 40 AÑO 2.001 - TERCER TRIMESTRE
(Julio - Septiembre)

  

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