martes, 17 de marzo de 2015

La homosexualidad y las enseñanzas esotéricas.




   LA HOMOSEXUALIDAD Y LAS ENSEÑANZAS ESOTÉRICAS
(Folleto de la Sede Central)
 
            Max  Heindel  no  se  refirió  explícitamente  al  tema  de  la  homosexualidad.
Podemos,  sin  embargo,  deducir,  de  un  modo  lógico,  cuál  sería  su  punto  de  vista, teniendo  en  cuenta  su  respuesta  a  la  pregunta:  ¿Cuál  es  el  pecado  contra  el  Espíritu Santo?

            Recordemos que el Espíritu Santo es el poder creador de Dios y que “un rayo de ese aspecto de Dios se emplea por el hombre para perpetuar la especie.” 
            Cuando se abusa de ese poder creador para gratificar los sentidos, bien en forma solitaria,  bien  con  alguien  con  o  sin  matrimonio  legal,  se  comete  pecado  contra  el Espíritu Santo. Y la Humanidad está experimentando las consecuencias de ese pecado.
Los  cuerpos  débiles  y  las  enfermedades  que  encontramos  por  doquier  son  las consecuencias de siglos de abusos. Y, hasta que no aprendamos a subyugar las pasiones, no habrá salud para la raza humana.

            Dado que la relación homosexual involucra a individuos del mismo sexo es, por naturaleza, improductiva, estéril. Esta relación se da, exclusivamente, para gratificar los deseos de los intervinientes. Y lo mismo puede afirmarse de toda relación heterosexual que evada la fertilización, en busca sólo del placer egoísta.

            Del hecho de haber renacido varias veces seguidas con el mismo sexo no puede deducirse que, en la siguiente encarnación, se nacerá con una marcada tendencia hacia esa  polaridad.  Las  lecciones  aprendidas  y  las  aptitudes  desarrolladas  durante  una  o varias  vidas  se  integran  con  la  totalidad  de  la  experiencia  del  Ego,  produciendo  su 
efecto correspondiente.

            La “atracción” entre dos personas del mismo sexo es natural y universal y está basada  en  innumerables  características  y  cualidades  que  hacen  a  las  personas  más  o menos atractivas física, moral, intelectual o espiritualmente. Si esa atracción se desvía hacia la esfera sensual y busca, específicamente, la gratificación del deseo, entonces se convierte en lo que los Padres de la Iglesia llaman lujuria o concupiscencia. 
            Las  relaciones  entre  personas  del  mismo  sexo  no  siempre  son  sinónimo  de homosexualidad,  puesto  que,  en  muchos  casos,  no  interviene  la  relación  sexual.  Dos personas  del  mismo  sexo  pueden,  legítimamente,  sentir  amistad  mutua,  apreciarse 
recíprocamente o compartir intereses. 
            La  erosión  de  la  disciplina  moral,  ocasionada  por  la  secularización  de  la sociedad y el consiguiente debilitamiento de la autoridad religiosa tradicional, dan por resultado,  generalmente,  una  mayor  libertad  y  permisividad  sexual  que  incluye  la homosexualidad. 
            En cuanto al karma generado por la actividad sexual de cualquier tipo que sea, Max  Heindel  aclara  que  “cada  persona  es  dueña  de  su  propio  cuerpo  y,  por  tanto, responsable ante la Ley de Consecuencia, del abandono del mismo a otra persona”.

      Otra característica de la homosexualidad es que evita la función primordial de la cohabitación y del matrimonio: la procreación. Una vez más, dice el Concepto: “es un deber y un privilegio de toda persona sana y de mente pura, proporcionar vehículos a cuantas entidades pueda, en concordancia con su capacidad para proveer por ellas”.

            La  presente  época  se  caracteriza  por  confundir  la  búsqueda  de  la  libertad espiritual con de la libertad para hacer lo que uno quiera, sin tener que responder de lo que haga. Desgraciadamente,  muchos de los que se denominan homosexuales estarían calificados,  por  su  inteligencia  y su  prosperidad  material,  para  cuidar, como  hijos,  de almas avanzadas, que no encuentran ambientes apropiados para renacer.

            Lo que actualmente se ve como una oleada de creciente homosexualidad, no es sino una fase transitoria de un largo proceso.

            La  disolución  de  la  familia  y  de  las  instituciones  religiosas  produce  crisis culturales  que  se  traducen  en  traumas  individuales,  experiencias  problemáticas, búsqueda, sin límite, del placer e inseguridad, disfrazada de desafío. Estos síntomas de cambios en credos y patrones de conducta darán lugar, con el tiempo, a la formulación de estructuras relacionales basadas en prácticas más regeneradoras y altruistas. 
            Con la excepción del Servicio, Max Heindel no dio importancia capital a ningún otro  tema,  en  relación  con  el  desarrollo  esotérico.  Su  mensaje  fue  breve  y  está desprovisto de toda  ambigüedad:  “La pureza  es la única llave con la  que el  aspirante puede abrir las puertas de Dios.” Y en sus “Cartas a los Estudiantes”, dice en la nº 13: “La  esencia  del  símbolo  rosacruz  y  el  fundamento  de  la  enseñanza  de  la  Sabiduría Occidental es la misma: la pureza en la generación. Al espíritu occidental se le permite probar su fortaleza viviendo la vida conyugal, y teniendo la oportunidad de realizar la inmaculada  concepción,  simbolizada  por  la  casta  y  bella  rosa,  que  da  su  semilla  sin pasión ni vergüenza”. 
            Los que han despertado a la llamada del espíritu, pronto se encuentran con que “la ciencia oculta enseña que la función sexual nunca debe emplearse para gratificar los sentidos, sino sólo para la procreación”. Y ello porque el uso de la fuerza creadora para el  placer  retarda  el  crecimiento  del  alma,  ya  que  esa  energía  es  necesaria  para  la construcción del cuerpo alma.

            El Espíritu Santo es la energía creadora de la naturaleza y la energía sexual es su reflejo  en  el  hombre;  por  lo  que  su  uso  indebido  o  su  abuso  hemos  de  expiarlo  en 
cuerpos débiles,  para  que  reconozcamos  la  santidad  de  la  función  reproductora. Pero,
¿qué  es  lo  que  constituye  un  mal  uso  o  un  abuso  de  esta  energía?  Nuevamente  Max 
Heindel aclara que “la función sexual está diseñada únicamente para la perpetuación de las especies y, por ningún concepto, para la gratificación del deseo sensual”.

            ¿Y  cuáles  son  las  consecuencias  de  ignorar  esta  advertencia?  Nos  dice  Max Heindel en Cartas a los Estudiantes: “La condición del que ha recibido la luz del mayor  conocimiento dado hasta hoy a la Humanidad y que transgrede la ley, abusando de la  fuerza creadora, puede llegar a ser más severa que la de los que ahora constituyen los antropoides…  En  la  actualidad,  la  fuerza  vital  debería  ser  transmutada  en  poder  anímico”. 
            En otro momento, en “Los Misterios de las Grandes Óperas”, dice: “A través de  la pasión, el espíritu ha ido cristalizándose junto al cuerpo; y sólo la castidad puede  romper esas las cadenas, y sólo en la medida en que elevemos “el amor del sexo por el  sexo”, al estándar  “del amor del alma por el alma”, podremos romper el velo que nos  ata”.

             Una  vez  más,  en  “El  velo  del  destino”,  dice:  “La  fuerza  espiritual  liberada desde el momento de la pubertad, bien sea que se emplee para la generación, para la   degeneración  o  para  la  regeneración,  está  presente  en  cada  momento  de  nuestra  existencia y determina muestra actitud en cada una de las fases de la vida en relación  con nuestro prójimo”.

Boletín Rosacruz , Nº 39 AÑO 2.001 - SEGUNDO TRIMESTRE 
(Abril - Junio) Fraternidad Rosacruz Max Heindel de Madrid

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