lunes, 30 de marzo de 2015

Lemuria y la actualidad


Lemuria y la actualidad
(Carta de la Sede Central de Julio de 1971)
 
            Una  de las  más  interesantes  consecuencias de  leer  varias  referencias sobre  un tema es  la  de  descubrir  la  relación  entre varias  afirmaciones  concernientes  al  mismo.
Por ejemplo, al confrontar las referencia sobre la Época Lemúrica con las actuales, nos encontramos  con  un  hecho  muy  interesante:  que  la  oleada  de  vida  humana  adquirió
entonces muchas cosas que ahora consideramos normales.
            Antes de aquel tiempo de nuestra evolución, no recodábamos nada de nuestras experiencias  diarias;  sufríamos  penosísimo  dolor  al  concentrar  nuestra  atención  en  el mundo físico, más denso; y, cuando pasaba ese dolor, no recordábamos nada de ello. Se puede  pensar  que  eso  era  una  suerte,  pero,  ¿cómo  íbamos  a  aprender  mediante  la experiencia,  de  continuar  aquella  amnesia?  Todavía  conservamos  una  vaga  memoria 
subconsciente  de  aquellos  primitivos  días  de  violentos  impactos,  que  imprimieron  el dolor  en  nuestros  cerebros,  cuando  sufrimos  en  la  actualidad.  Es  más  probable  que 
recordemos  nuestras  experiencias  dolorosas  que  las  más  felices.  O,  por  lo  menos, hablamos  más  de  ellas.  La  facultad  de  la  imaginación  registró  la  primera  memoria germinal  y,  a  través  de  ella,  se  formuló  la  primera  idea  del  bien  y  del  mal.  Como  la imaginación opera a través del polo femenino de la naturaleza, cuando los egos estaban funcionando en un cuerpo de mujer, se convertían en precursores de la cultura o proceso refinador.
            Cuando vivíamos en Lemuria, no teníamos ojos. No los necesitábamos, ya que nuestra conciencia estaba enfocada en los mundos espirituales. Pero, como respuesta al plan evolutivo concebido por Dios para nosotros, comenzamos a trabajar sobre los dos puntos sensitivos - ocelos - de la cabeza, que estaban comenzando a reaccionar a la luz del sol, cuando brillaba nebulosamente a través de la atmósfera ígnea. Nos llevó eones producir el sentido de la vista que tanto apreciamos. En realidad, hasta casi el final de la Época Atlante.             La  última  parte  de  cualquier  época  o  revolución  es  rica  en  “novedades”.  Las primeras partes se dedican a la recapitulación y a la elevación del trabajo ya realizado a 
un nivel superior, y a preparar los vehículos para el siguiente paso en nuestra jornada hacia la completa unión consciente con nuestro Creador.
            En  la  última  parte  de  la  Época  Lemúrica,  la  humanidad  era  pura  e  inocente; estaba a cargo de ángeles guardianes que la guiaron en todos los pasos de su desarrollo. Todavía hay personas que quisieran  tener un ángel guardián en quien apoyarse.  Pero, como estudiantes de ocultismo, nos oponemos a esta idea porque, uno de los requisitos para el crecimiento anímico es la capacidad de arreglárnoslas solos, de tomar decisiones y  de  aceptar  nuestras  responsabilidades.  En  aquel  tiempo,  el  hombre  no  tenía  mente pero no la necesitaba, porque no había decisiones que tomar: su “tierra” era un paraíso.
            Tuvo  que  hacerse  una  preparación  para  proporcionar  un  órgano,  en  el  futuro cuerpo  físico,  por  medio  del  que  pudiera  el  Ego  controlarlo.  Cuando  el  Espíritu Planetario de Marte retiró de la Tierra su influencia, el hierro pudo usarse libremente 
por  la  humanidad.  Él  es  la  base  de  la  existencia  separada  y,  sin  él,  la  sangre  roja  y productora de calor habría sido un imposible. Como aquella sangre caliente y roja era un requisito futuro, el Ego, siempre bajo la dirección de los Seres Superiores, aprendió a desarrollar ese maravilloso fluido.
            Nuestras vidas están de tal manera dominadas por nuestro cuerpo de deseos en la actualidad, que es difícil imaginarse el vivir sin esa fuerza impelente. Cualquier nueva facultad  se  construye  de  un  modo  extremadamente  lento  pero,  mientras  la desarrollamos,  vamos  aprendiendo  a  usarla. Y,  cuando logramos  manejarla adecuadamente,  se  convierte  en tan  parte  de  nosotros  que  su  uso se hace  automático, como ha ocurrido con el cuerpo vital y con ciertas funciones del cuerpo de deseos. Pero el cuerpo de deseos fue cultivado en la Época Lemúrica y, desde el punto de vista de la evolución, no lo poseemos demasiado tiempo. Todavía tenemos mucho que hacer para convertir nuestros deseos egoístas en aspiraciones espirituales.
            Este  cuerpo  de  deseos  dio  a  la  humanidad  el  primer  impulso  para  actuar, independientemente  de  los  impulsos  de  los  ángeles  guardianes,  y  eso  suministró  un incentivo para actuar por propia iniciativa. Mediante su uso, la humanidad aprendió a ser astuta y ejercitar la recién adquirida facultad de la única forma que conocía.
            Durante el estado de cristalización de la Época Hiperbórea, cuando el hombre en formación era semejante a la planta, el cuerpo físico era parecido al de muchas plantas, en cuanto a que se reproducía a sí mismo y creaba un nuevo ser. Pero más tarde, en la Época  Lemúrica,  cuando  se  hizo  necesario  que  la  evolución  del  hombre  tuviese  un instrumento de pensamiento y lenguaje para permitirle expresarse a sí mismo, la mitad de su fuerza creadora, fue desviada, con el propósito de construir con ella una laringe y un cerebro. 
            La laringe se adquirió mientras el cuerpo denso estaba doblado sobre sí mismo, en  posición  fetal,  la  que  caracteriza  todavía  al  embrión  humano.  Cuando  el  cuerpo denso se enderezó y anduvo derecho, parte del órgano creador permaneció en su parte superior y, posteriormente, se convirtió en la laringe. Por eso es por lo que una parte de la humanidad retiene la polaridad negativa o femenina para la procreación, en tanto que la otra retiene la positiva o masculina.
            Sin embargo, debe entenderse que habría sido imposible dividir a la humanidad en sexos por un tiempo determinado, si la fuerza creadora del Espíritu no fuese bipolar. Esta fuerza creadora dual se usa en toda clase de magia y se expresa a sí misma como  VOLUNTAD E IMAGINACIÓN.
            Durante  la  Época  Lemúrica  fue  cuando  los  ángeles  rebeldes,  guiados  por Lucifer, decidieron usar a la humanidad para obtener el conocimiento que les permitiera hacer  un esfuerzo  final y reunirse  con  su propia  oleada de vida. El hombre  tenía una conciencia pictórica interna y los luciferes no tuvieron dificultad para manifestarse a esa conciencia con objeto de hacerla consciente de su forma exterior. Le enseñaron cómo crear nuevos cuerpos sin la mediación de los ángeles, que eran - y son - la Jerarquía a cargo de la generación.
            Durante aquella época se creó la primera raza. Y ocurrió al dividirse el cuerpo de deseos, con el fin de suministrar alguna materia de deseos más elevada a las personas preparadas para dar ese paso. Se les llamó “el Pueblo Escogido”, capaz de aceptar una nueva enseñanza. Y una porción menor de ellos, se convirtió en la simiente de las siete razas atlantes.
            A la luz de lo dicho, es lógico que nos preguntemos por nuestro trabajo actual en cuanto  a  la  evolución  se  refiere.  Obviamente,  debemos  estar  formando  algo  que facilitará  nuestro progreso espiritual. Max Heindel  nos dice cómo trabajar a favor del plan evolutivo, así que, revisémoslo por un momento.
            Los dos éteres superiores del cuerpo vital están siendo acumulados mediante el ritual y la repetición de tipo espiritual. Todo acto reiterado, produce un fuerte impacto y se  convierte  en  parte  de  esos  éteres,  que  serán  el  vehículo  del  alma.  La  humanidad alcanzará esta meta mediante  la devoción a un ideal superior.
            El alma misma es una intrincada mezcla de Alma Emocional (que se extrae del cuerpo de deseos), Alma Intelectual (del cuerpo vital) y Alma Consciente (del cuerpo físico). Una buena forma de comenzar es el aprender a servir, simplemente porque eso es lo correcto. Como esta  actividad  no siempre  se comprende, puede resultar  útil una breve  definición.  Todos  nosotros  servimos  a  alguien  continuamente.  Pero  el  factor determinante entre el servicio inegoísta y el servicio egoísta es el “motivo.” Un servidor puede hacer una obra benéfica y, con todo, tener su propia razón egoísta para hacerla. Pero, ¿cómo se forma su alma? Tiene que haber algún crecimiento, por supuesto. Con el fin de acumular el oro espiritual, el servicio, no importa cuan pequeño, ha de hacerse solamente para beneficiar a otros. Si es necesario un tiempo de prueba y se nos pide más de lo que creemos que podemos hacer, cobremos ánimo y recordemos a Job, acerca de quien  dijo  el  Señor: “…no  hay otro  como  él  en  la  tierra. Varón perfecto y recto.”  El Señor estaba  tan  seguro  de  Job que  dio  permiso  a  Satán  para  tentarlo  hasta  el  límite. Nosotros,  como  principiantes,  no  somos  tentados  hasta  ese  grado  pero,  si  nos proponemos realizar la clase de servicio que Cristo espera de nosotros, los cimientos de nuestra vida espiritual se asentarán sobre una “roca,” y nosotros saldremos airosos.
            El  espacio  entre  el  cuerpo  pituitario  y  la  glándula  pineal  se  llenará  de  fuego-espíritu espinal cuando sirvamos y meditemos sobre la gloria de nuestro Padre Celestial.
Ésta es una parte esencial del trabajo que hemos de hacer para dar el siguiente paso en nuestro progreso hacia la unión con Dios.

Boletín Nº 40 Fraternidad Rosacruz "Max Heindel" Madrid
AÑO 2.001 - TERCER TRIMESTRE (Julio - Septiembre)

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