miércoles, 11 de marzo de 2015

Servicio amoroso, inegoísta y desinteresado

          


Servicio amoroso, inegoísta y desinteresado
   (De la Hoja  Informativa nº 20 del Centro Santa Fe de la vera Cruz, de 
Argentina) 
 
            Nuestras enseñanzas reiteradamente mencionan que solamente por este camino pueden purificarse los éteres superiores del cuerpo vital, luminoso y reflector, para que
pueda  producirse  el  advenimiento  del  llamado  “cuerpo  alma”.  Sin  embargo,  las condiciones que se señalan para que esto ocurra no son fáciles de lograr. Se dice que nuestra acción ha de ser amorosa, inegoísta y desinteresada y, sin embargo, la naturaleza
inferior  de  los  seres  humanos  hace  que  la  inmensa  mayoría  sea  violenta,  egoísta  e interesada.  Esto  se  aprecia  en  las  guerras  declaradas  y  en  ciernes,  que  tienen  lugar  a nivel internacional, y en el auge de crímenes, robos y desmanes de toda índole que, por doquier dan al mundo una tónica vibracional tan baja como no se había observado desde 
hace muchos siglos. Una de las razones para que las cosas sean así es que la mente se ha  agudizado en grado sumo, poniéndose al servicio de las emociones más bajas. 
            A pesar de este panorama, aparentemente sombrío, los aspirantes a avanzar en el Sendero no deberíamos desanimarnos y, en cambio, tener muy presente que, cuando las condiciones  externas  aparentan  ser  desfavorables,  hay  fuerzas  superiores  que  juegan simultáneamente  para  contrarrestar  el  mal,  favoreciendo  la  acción  de  aquéllos  que aspiran a una vida superior. 
            Volviendo  a  las  condiciones  a  que  nos  habíamos  referido,  de  violencia  y egoísmo, que prevalecen en la Humanidad, hemos de ser muy sinceros y reconocer la participación  que,  en  mayor  o  menor  medida,  nos corresponde  en  estos tan  comunes 
atributos humanos. 
            En  el  momento  en  que  nos  proponemos  efectuar  una  tarea  de  servicio,  lo primero que habríamos de plantearnos es ver con total claridad los móviles ocultos que nos guían, quizás inconscientemente y que, con frecuencia, no conocemos cabalmente. 
            En  cierta  oportunidad,  el  filósofo  Sócrates  se  encontró  con  un  colega  que  se jactaba de ser totalmente  humilde  y que, habiendo dejado los bienes materiales,  vivía sumido en la pobreza y en el más puro ascetismo. Sócrates escuchó su perorata y sólo se limitó a decirle: “Veo la vanidad a través de los agujeros de tu capa”. 
            Los  aspirantes  rosacruces  habremos  de  ser  muy  cautos  en  el  servicio  que deseamos prestar, observando, en primer término, si, detrás de todo, muy oculto, no hay 
una motivación cuya naturaleza se nos escapa. Numerosos trabajadores sociales y, por qué no decirlo, también “espirituales”, están animados, en cierta medida, por la vanidad que vio Sócrates en el humilde filósofo. 
            Es difícil manejarse en forma inegoísta, pero la dificultad no ha de bloquearnos , impulsándonos  a  la  inacción,  sino  que  nuestra  tónica  ha  de  ser  accionar  y, simultáneamente,  observar  nuestras  motivaciones  internas.  Una  vez  descubiertas,  en 
forma natural se irán clarificando. Por otra parte, nuestras actitudes no son puras sino que, en forma simultánea, pueden coexistir el altruismo teñido de egoísmo. La cuestión reside  en  observar  muy  atentamente  nuestro  accionar  para  que  progresivamente vayamos purificando nuestro mundo interno.

                Sin pretender ser originales, podríamos agregarle al servicio dos cualidades que son fundamentales. Además de ser amoroso, inegoísta y desinteresado, adquiere su más alta  excelencia  cuando  es  natural  y  espontáneo.  Si  hacemos  esfuerzos  para  servir,  si existen  cálculos  inconscientes  de  por  medio,  nos  estamos  engañando.  En  cambio, cuando servimos a los demás porque es nuestra natural y espontánea forma de ser, con seguridad estamos transitando por el buen camino. En esa forma será motivo de propia 
alegría  y  felicidad  y,  si  nos  encontramos  con  alguna  respuesta  desfavorable,  no contestaremos  con  mayor  o  menor  violencia,  externa  o  interna,  sino  que  sentiremos 
profundo  amor  hacia  los  que  no  nos  comprenden  o  combaten.  De  lo  contrario reaccionaremos, porque carecemos de natural actitud amorosa. 
            Para  servir  en  forma  natural  y  espontánea,  indudablemente,  como  requisito indispensable,  debe  producirse  previamente  en  nosotros  una  transformación  en  todo nuestro  ser,  por  lo  cual  hemos  de  ver  claro  que,  en  la  medida  en  que  ascendamos espiritualmente, tanto más eficiente será el servicio amoroso, inegoísta y desinteresado que podamos prestar a los demás. 
Boletín Nº 37 AÑO 2.000 - CUARTO TRIMESTRE 
       (Octubre-Diciembre) FRATERNIDAD ROSACRUZ  MAX HEINDEL (MADRID)             
 
 
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