viernes, 10 de junio de 2016

Aspectos espirituales del control de natalidad

PREGUNTA Nº 37:  ASPECTOS ESPIRITUALES DEL CONTROL DE LA NATALIDAD
¿Me explica, por favor, el punto de vista Rosacruz con respecto al control de la natalidad?

Respuesta: En primer lugar debemos recordar que hay cerca de sesenta billones de Espíritus en nuestra oleada de vida, pasando a través del ciclo de la vida y la muerte, viviendo parte del tiempo en el mundo visible y parte en el mundo invisible. En el tiempo presente hay sólo mil quinientos millones de personas en la existencia física. Esto es, estamos cerca de la bajamar, y esto sucede siempre al final de una era. Durante el millón de años o más desde que salimos de la Atlántida, lo normal ha sido cincuenta a sesenta millones de personas. También debe decirse que los occidentales son los más adelantados de esta evolución, y por lo tanto nos toca enfrentarnos con los grandes problemas que son siempre inherentes a toda época de transición.
La mujer ha sido el árbitro del destino del mundo en las civilizaciones pasadas, mientras que el hombre ha tenido su preponderancia en otras, como es ahora el caso. Estamos ahora en vísperas de una transición a una nueva Era en la que la mujer tendrá otra vez el cetro del poder, y el hombre tendrá que someterse a sus dictados, pero antes de eso viene una era de igualdad. Esta última es llamada la Era de Acuario por los ocultistas, y estamos principiando a sentir sus efectos desde la mitad del siglo pasado, porque el Sol, por presesión, entró a la órbita de influencia de la cúspide de Acuario. Sin embargo, en la actualidad todavía está en diez grados de Piscis. Con el lento viaje del equinoccio, el Sol no llegará al último grado de Acuario hasta que hayan pasado alrededor de seiscientos años. Pero durante ese tiempo habrá, por supuesto, tantos cambios maravillosos en nuestra categoría física, moral y mental, que al presente somos incapaces de concebir qué pareceremos entonces.
Los que estamos ahora en cuerpo físico seremos seguidos por un grupo de Espíritus todavía más evolucionados que nosotros, quienes introducirán grandes reformas, y por el tiempo en que la gente que está sobre la tierra en la actualidad haya renacido, habrán pasado cerca de cuatrocientos años de la Era de Acuario, de tal suerte que el Mundo habrá comenzado a trabajar en la línea de desarrollo peculiar de ese tiempo. Los Espíritus atrasados que nazcan en aquella atmósfera de gran desarrollo intelectual obtendrán por ese medio una inmensa elevación, obedeciendo al mismo principio de que un conductor eléctrico que es puesto en estrecha proximidad con un alambre de alta tensión recibirá automáticamente una carga de menor voltaje, así, pues, cada clase o grupo que se eleva, ayuda también a elevarse a aquellos que están más abajo en la escala de la evolución. El asunto de la población, entonces, no está enteramente controlado por los individuos, o por leyes humanas. Las divinas Jerarquías que guían nuestra evolución arreglan el asunto como se requiere para el mayor beneficio de todos, y el número de la población está más en sus manos que en las nuestras.
Esto no significa que no podamos o no debamos ejercer control de la natalidad en alguna medida según se sugiere por parte de los que son responsables por este movimiento. También es cierto que uno debe ayudar a la gente en el lugar en que se hallan, y no donde debieran estar. Las enseñanzas Rosacruces enfatizan el hecho de que lo semejante atrae a lo semejante, y por lo tanto es un deber por parte de los que son bien desarrollados física, mental y moralmente, proveer un ambiente adecuado para los muchos Espíritus que buscan el renacimiento, en la medida en que lo permitan sus circunstancias físicas y económicas. Este deber es todavía más imperioso para aquellos que están también desarrollados espiritualmente, porque una entidad espiritual elevada no puede entrar a la existencia física a través de una concepción impura. Pero cuando un matrimonio ha llegado al punto en que se estima que, o es peligroso para la salud de la madre tener más hijos, o la obligación financiera estaría por encima de sus medios, entonces deberían vivir una vida de continencia, no satisfaciendo la naturaleza pasional ni tratando de obstruir por medios artificiales el camino de los Egos que desean tomar ventaja de la oportunidad que se les ofrece para renacer mediante la indulgencia sexual de tal pareja.
Esto naturalmente requiere un avance espiritual considerable, así como dominio propio. Hay muy pocos capaces de vivir tal vida, y predicar continencia al espécimen ordinario de humanidad, es lo mismo que predicar a un muro de piedra. El individuo corriente no puede comprender que esto es necesario, aun llega a creer que esto interferiría con su salud, porque las falsas aseveraciones acerca de la necesidad de ejercer la función natural han conducido a muchos resultados deplorables. Aunque fuese persuadido de que debe sacrificarse por el bien de su cónyuge y de los hijos que ya ha traído al mundo, probablemente sería totalmente incapaz de refrenarse, particularmente porque la gente que se encuentra en modestas circunstancias, generalmente no pueden tener dormitorios separados. Por consiguiente puede ser necesario enseñar a estas personas el control de la natalidad por medios científicos. Sin embargo, nosotros somos de la opinión de que aunque ellos sean incapaces de comprender la razón por la cual debe ser observada la continencia, e incapaces de practicarla por falta de dominio propio, la enseñanza espiritual debe darse reiteradamente, para que así como la tenaz gota cava la piedra, a su tiempo las generaciones futuras aprenderá a apoyarse en su propia fuerza de voluntad para conseguir el objetivo de mantener refrenada su naturaleza inferior. Sin esta característica educacional con miras a la emancipación espiritual, toda información relativa a los medios físicos de limitar la natalidad en familias muy numerosas, es peligrosa en extremo.
Hay otra fase del asunto que amerita una explicación. Se ha dicho que la actitud mental de la madre inmediatamente antes de la recepción del átomo simiente es muy importante para determinar qué clase de hijo traerá al mundo. Un paroxismo de ira o de violenta pasión en este sagrado momento deja la puerta abierta para invitar a entrar a entidades indeseables. Además de la gente que vemos en este mundo, la atmósfera entera que nos rodea abunda en otras entidades diferentes que son atraídas a seres de naturaleza semejante. Así como los músicos se congregan en salas de música, los deportistas en los clubes o en las carreras, etc. así también estas entidades se reúnen alrededor de los individuos que tienen una naturaleza semejante a la suya. Así como los borrachos y los gangster pululan alrededor de nuestras cantinas, así como los hombres y las mujeres inmorales se dan cita en los así llamados barrios bajos, así también los “espíritus” inmortales se congregan alrededor de un hogar en el que las pasiones de la naturaleza inferior son satisfechas quizás muchas veces durante la noche o el día.
Hay cierta clase de seres, demonios masculinos y femeninos que viven en el éter, que fueron llamados por los antiguos alquimistas incubos y sucubos que se nutren de las pasiones de otros. ¿Qué oportunidad tiene una madre que viva en tal ambiente de atraer un Espíritu deseable que busque el renacimiento a través de ella? Y aunque la concepción casi nunca es sincrónica con la unión de los padres, pero puede tener lugar en cualquier momento dentro de las dos semanas o más que siguen a este acontecimiento, una madre rodeada por tales influencias en el hogar nunca está libre de ellas. Algunas de las religiones de algunos de los pueblos que llamamos salvajes, requieren, hasta este día, que el acto procreador sea llevado a cabo en el templo, y así es como debe ser. No hay acto más importante en la vida, y en lugar de ser condenado como una vergüenza, debe ser exaltado a la dignidad de un sacramento y realizado bajo las circunstancias más santas y más inspiradoras posibles. Si así fuera hecho, como en la llamada Edad de Oro, veríamos una elevación y un mejoramiento de las condiciones del mundo como posiblemente no imaginamos alcanzar en siglos.

del libro "Filosofía Rosacruz en Preguntas y Respuestas" 
Tomo Segundo, de Max Heindel


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