miércoles, 16 de noviembre de 2016

Un evento de significación Mística - Capítulo II



Capítulo II
UN EVENTO DE SIGNIFICACIÓN MÍSTICA

Donde Yo voy, vosotros no podéis seguirme ahora; pero
vosotros me seguiréis después. El que cree en Mí, las Obras
que Yo hago él también las hará; y cosas más grandes aún él
hará.
(Juan, 13:36, 14:12)

Si asistiéramos a una iglesia ortodoxa en Domingo de Pascua, probablemente oiríamos el relato de Jesús, el Hijo de Dios, concebido inmaculadamente y quién a la edad de 30 años tomó el Ministerio que duró tres años, terminando en la Crucifixión y Muerte, por nosotros; para que por su sangre pudiéramos ser salvos. También nos dirían que un día de Pascua, Él resucitó de los muertos y luego ascendió al Padre, donde se encuentra ahora sentado a la diestra de la Majestad de Dios; de donde ha de volver para juzgar a los vivos y a los muertos en la última resurrección.

Pero mientras que nosotros sabemos, debido a nuestra habilidad de leer en la memoria de la naturaleza, que Jesús vivió y murió, que tuvo una misión mística de la mayor importancia para la evolución humana y que los sucesos principales de esa gran vida tuvieron lugar sustancialmente según lo relatado en los Evangelios, sabemos también que la misión del Cristo místico es algo infinitamente más glorioso de lo que jamás haya entrado en los corazones de aquellos que conocen solamente la interpretación ortodoxa de los Evangelios.

La festividad de la resurrección que llamamos Pascua no es, en primer lugar, simplemente la resurrección de un individuo, sino un evento cósmico. Sería tonto en extremo celebrar la muerte y resurrección de un individuo, un hecho que debe haber sucedido en un cierto día del año, con una fiesta movible, determinada por la posición del Sol y la Luna en el signo zodiacal de Aries, el carnero o cordero.

Cada año una ola de espiritualidad penetra la Tierra en el Solsticio invernal, para impregnar las dormidas semillas en la tierra helada, para darle nueva vida al mundo en que vivimos, y este trabajo se realiza durante los meses de invierno, mientras el Sol pasa a través de los signos zodiacales de Capricornio, Acuario y Piscis. Luego cruza el Ecuador Celestial desde los signos Sureños, donde ha estado durante los meses invernales, y este cruce o crucificación o crucifixión es ahora cósmicamente asociado con la entrada del Sol en el signo de Aries, el carnero o cordero. Luego el Sol asciende a los signos de los cielos Norteños para fomentar con sus tibios rayos el crecimiento de la semilla en la tierra, que ha sido revitalizada por la ola de vida Crística durante los meses de invierno. Sin esa ola mística anual de energía Vital del Cristo Cósmico, la vida física sería una imposibilidad; sin eso no habría pan físico, ni vino, ni la tintura espiritual transubstanciada preparada por la alquimia de la sangre del corazón del discípulo.

El cordero fue muerto desde el principio del mundo Ario, época en la cual vivimos ahora. Su Sangre era el símbolo que salvó de la muerte al pueblo elegido de Dios, cuando abandonaron el mítico Egipto, la cuna de la adoración del toro, Taurus o Apis. Desde ese día se convirtió en idolatría para aquellos que se habían salvado por la sangre del cordero, que adorasen al becerro de oro, por cuanto las viejas religiones del toro “Taurus”, habían sido invalidadas por la religión del cordero, cuando el Sol por precesión abandonó el signo de Taurus y entró al signo celestial de Aries, el carnero o cordero. Con la plenitud del tiempo, cuando el Sol por precesión había alcanzado los siete grados en el signo del cordero, el Cristo vino al cuerpo de Jesús para hacer un Nuevo Testamento bajo el sello y símbolo del místico pan y agua de la Vida. El Cordero de Dios estaba por fenecer; se hizo individualmente cuando el Cristo abandonó el cuerpo de Jesús y cósmicamente cuando el Sol por precesión dejó el signo de Aries, el cordero. Un nuevo símbolo tenía que ser proporcionado a aquellos que serían los mensajeros durante la venidera época de Piscis, por lo tanto Él por Sí Mismo, en la Última Cena representó al cordero del sacrificio. El pan de vida y el agua viviente fueron dados como símbolos de Su Cuerpo y Su Sangre para ser utilizados durante la época venidera en recuerdo de Él. Hay por lo tanto una conexión entre el vino y la sangre; también entre el pan místico y el cuerpo, que nosotros deberíamos comprender si hemos de saber el verdadero significado de la mística muerte y resurrección.

El alimento apropiado se había dado para ayudar a cada uno de los vehículos del hombre en su evolución. Un vehículo tal como nuestro cuerpo físico, formado por compuestos químicos, puede ser nutrido solamente por sustancias químicas, del mismo modo y por analogía, solamente el espíritu puede actuar sobre el espíritu y por lo tanto, el vino fue adicionado a la dieta del hombre para auxiliarlo en romper las pesadas moléculas de carne y estimularle en la batalla por la existencia. Esto se cuenta en la historia de Noé (Génesis, 9:2-20), quien con sus seguidores representa a la humanidad en la época del arco iris donde una denominada “dieta mixta” y vino proveía la sustancia necesaria para la presente fase de la evolución.

Fortificado por la mente alimentada a carne y el espíritu de alcohol, el hombre se distanció más y más del camino de la hermandad, pues mientras se alimenta de lo carnívoro se torna feroz como las bestias de rapiña y hace presa a sus semejantes por instinto; mientras el sistema de crianza y matrimonio entre sí dentro de la tribu lo ligaba físicamente a sus compañeros de clan, por lo menos demostró amor por ellos, pero desde que los matrimonios internacionales han entrado en boga, se está emancipando en cierta medida del espíritu de raza, hace presa de los hombres, aun de su propia familia.

No hay límite a su egoísmo, nada es sagrado ante su codicia y cada ser humano vive en temor económico de los demás. Además, la copa que alegra lo hace solamente a veces, no hay descanso, no hay paz ni felicidad duradera en el camino de la pasión y autogratificación; por lo tanto, llega el momento cuando el hombre desea un duradero fin a la tristeza más que cualquier otra cosa y comienza a buscar el Sendero de la paz que también es el Sendero de la pureza y autoabnegación. Entonces es instruido en el misterio del Gólgota, de la Sangre que purifica y de la Rosa-Cruz, de la siguiente manera.

Purificando la sangre del egoísmo; éste es el misterio del Gólgota: comenzó cuando la sangre de Jesús brotaba y ha continuado a través de las guerras de las naciones cristianas, siempre que los hombres peleasen por un ideal, y durará hasta que los horrores de la guerra, por contraste, hayan impresionado suficientemente a la humanidad con la belleza de la hermandad. Debajo nuestro, en la escala de la evolución, están las plantas y los animales; por encima nuestro, están los dioses; anatómicamente pertenecemos a los animales y en nuestras vidas pasadas hemos vivido por debajo de nuestro estado; como animales hemos gratificado nuestro sexo y nuestro apetito, pero mientras éstos fueron reprimidos por un sabio Espíritu Grupo, no hemos ejercido ningún control sobre nuestros apetitos, por ende las enfermedades, pena y sufrimiento se han hecho nuestra herencia. Ahora aspiramos pisar el Sendero de la paz hasta la serena gloria de los dioses. Para obtener esto debemos ser como las plantas, que son puras y sin pasión. Consideren el antiguo Templo de Misterios del Atlante, también llamado el “Tabernáculo del Desierto”.

Cuando, bajo la pasada dispensación, la carne ofertada por el pecado era quemada sobre el Altar del sacrificio, el hedor se elevaba al cielo atestiguando la nauseabunda naturaleza de la transgresión, de la pasión e impureza. Pero dentro del Tabernáculo en sí, estaban los candelabros de siete brazos donde se quemaba la esencia de los olivos, sin olor desagradable. Toda carne ha sido concebida con pasión y pecado, pero la generación de la planta es pura e inmaculada. Por lo tanto la flor fragante, especialmente la rosa roja, se yergue en directa oposición simbólica a la carne corrompida. La flor es el órgano generativo de la planta y nos dice que la inmaculada concepción en amor y pureza es el camino a la paz y al progreso. Cristo, en Su Última Cena con Sus discípulos, tomó la copa como símbolo de un nuevo pacto. Les dio el pan para comer, el cual simbolizaba Su Cuerpo, la copa simbolizaba Su Sangre. Ésta no era una copa cualquiera en la que pudiera verter cualquier líquido, ni tampoco era el líquido solo que tenía la potencia necesaria para ratificar el "nuevo pacto". El misterio yace en el hecho de que la copa y su contenido eran partes integrales y necesarias de un sublime Todo, y el nombre en latín para esta copa mística era “Calix”, en griego se llamaba “Poterión” y en alemán “Kelch”.

Bajo la antigua dispensación, solamente el agua era utilizada en el servicio del Templo, pero con el tiempo el vino se hizo factor en la evolución humana. Un Dios del Vino, Baco, fue adorado y orgías de la más alocada naturaleza se hacían a fin de ahogar el espíritu aspirante para que pudiera aplicarse a la conquista del mundo físico.


Aun bajo la dispensación Mosaica, a los sacerdotes les fue terminantemente prohibido usar vino mientras oficiaban en el Templo, pero Cristo en su primera aparición pública, transformó el agua en vino, ratificando su uso en el orden de las cosas entonces existentes. Nótese, sin embargo, que esto fue hecho en público y que fue su primer acto como Ministro público, pero en la Última Cena esotérica del Cristo con Sus discípulos, donde el nuevo pacto fue dado, no hubo carne de cordero (Aries) como era requerido bajo la ley Mosaica, tampoco hubo vino, solamente pan, un producto vegetal y la “Copa”, de la que hablaremos luego cuando hayamos tomado nota de Sus Palabras en ese momento: “Ya no beberé del producto de la vid hasta que la vuelva a beber de nuevo en el Reino de los Cielos”. El jugo del prensado de la uva no contiene el elemento de fermentación o deterioro, sino que es un alimento vegetal, puro, nutritivo y por lo tanto los seguidores de la doctrina esotérica han sido instruidos por Cristo a no usar alimentos de carne o alcohólicos. Es suposición general que la copa utilizada por Cristo durante la Última Cena contenía vino, aunque en realidad no hay ningún fundamento bíblico para sustentar tal suposición. Se dan tres relatos de la preparación de esta Pascua. Mientras que San Marcos y San Lucas afirman que a los mensajeros se les dijo de ir a cierta ciudad y buscar un hombre que llevaba una tinaja de agua, ninguno de los Evangelistas dijo que la copa contenía vino. Además, la investigación de la memoria de la naturaleza demuestra que se usó agua, y en lo que concierne al esoterista, al vino ya le había pasado su momento. De ese hecho comienza también el movimiento de la temperancia, pues estos cambios cósmicos involucran largas preparaciones en los mundos internos antes que su manifestación se exteriorice en la sociedad. Miles de años no son absolutamente nada en tales procesos. La utilización del agua en la Última Cena armoniza también con los requerimientos éticos y astrológicos. El Sol abandona Aries, el signo del cordero, para entrar en Piscis, el signo de los peces, un signo acuoso. Una nueva nota de aspiración habría de sonar, una nueva fase de mejoramiento humano estaba dando comienzo durante la época pisciana que se aproximaba. La autoindulgencia sería sobreseída por la autoregeneración. El pan, la base de la vida, que se hace de granos inmaculadamente concebidos, no alimenta pasiones como la carne; tampoco nuestra sangre, cuando se diluye con agua, surca tan apasionadamente como cuando se bebe vino. Por lo tanto, el pan y el agua son alimentos adecuados y símbolos de ideales durante la época Piscis-Virgo. Ellos representan pureza y la Iglesia Católica ha dado a sus feligreses el agua pisciana a la puerta del Templo y el pan virginal al Altar, negándoles la copa de vino en la misa. Pero aún la antedicha consideración no nos lleva al corazón del misterio oculto en la “Copa del Nuevo Pacto”. La vieja copa vinera que nos fuera dada cuando entramos en Aryana, la tierra de la generación; estaba llena de destrucción, muerte y veneno y la palabra que entonces aprendimos a hablar está muerta y sin poder. La nueva copa vinera mencionada como ideal para la futura época, la Nueva Galilea (que no debe ser confundida con la época acuariana) es un órgano etérico construido dentro de la cabeza y de la garganta por las fuerzas sexuales no utilizadas, la cual aparece ante la vista espiritual como el tallo de una flor, ascendiendo desde la parte baja del tronco. Este cáliz o copa simiente es verdaderamente un órgano creativo capaz de hablar la palabra de Vida y Poder.


La actual palabra está generada por un torpe movimiento muscular que acondiciona la laringe, la lengua y los labios de manera que el aire que pasa desde los pulmones hace ciertos sonidos, pero el aire es un elemento pesado, difícil de mover en comparación con las fuerzas más sutiles de la naturaleza como la electricidad que se mueve en el éter y cuando este órgano haya sido evolucionado, tendrá el poder de hablar la palabra de Vida, de infundir vitalidad en las sustancias que hasta ahora fueron inertes.

Este órgano lo estamos construyendo ahora con servicio. Vosotros recordaréis que Cristo no dio la copa a la multitud sino a Sus discípulos que eran Sus mensajeros y servidores de la Cruz. En la actualidad, aquellos que beben de la copa de la autoabnegación para así poder utilizar la fuerza en el servicio de otros, están construyendo ese órgano juntamente con el cuerpo-alma, que es el Manto nupcial. Lo están aprendiendo a usar poco a poco, como auxiliares invisibles, cuando están fuera de sus cuerpos durante la noche, pues entonces están obligados a hablar la palabra de Poder que disipa la enfermedad y construye tejidos saludables. Cuando la Edad Atlante llegaba a su fin y la humanidad dejó su hogar de la niñez donde había estado bajo la directa conducción de los Divinos Maestros, fue hecha la antigua alianza dándoles carne y vino y estos dos juntamente con el desenfreno de la fuerza sexual han hecho de la Era Ariana, una de muerte y destrucción. Ahora estamos llegando al fin de esa edad; estamos buscando el Reino de los Cielos, la Nueva Galilea, y a fin de prepararnos para
ese momento, Cristo ha dado el pan y el agua de la Vida, requiriéndonos al mismo tiempo que no cometamos lujuria. Habiendo dado este nuevo pacto Él fue a la Cruz de la Liberación dejando tras Él el cuerpo de la muerte para remontarse en un vehículo de Vida, el cuerpo vital. Él dio a Sus seguidores la seguridad de que aunque no pudieran seguirle entonces, donde Él fuere, ellos le seguirían más tarde. Cada uno es un Cristo en formación y algún día será Pascua para cada uno de nosotros.

del libro Temas Rosacruces UNO - publicado por 
Estudiantes de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel


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