miércoles, 30 de noviembre de 2016

De los deseos desordenados


CAPITULO 6: DE LOS DESEOS DESORDENADOS

1. Cuantas veces desea el hombre desordenadamente alguna cosa, luego pierde el sosiego.
El soberbio y el avariento nunca están quietos; el pobre y el humilde de espíritu viven en mucha paz.
El hombre que no es perfectamente mortificado en sí, presto es tentado y vencido de cosas pequeñas y viles.

El flaco de espíritu y que aún está inclinado a lo animal y sensible, con dificultad se puede abstraer totalmente de los deseos terrenos.

Y cuando se abstiene recibe muchas veces tristeza, y se enoja presto si alguno le contradice.
Pero si alcanza lo que desea, siente luego pesadumbre por el remordimiento de la conciencia; porque siguió a su apetito, el cual nada aprovecha, para alcanzar la paz que busca.

En resistir, pues, a las pasiones se halla la, verdadera paz del corazón, y no en seguirlas.

No hay, pues, paz en el corazón del hombre carnal, ni del que se entrega a lo exterior, sino en el que es fervoroso y espiritual.

del libro "Imitación de Cristo", de Tomás de Kempis


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