lunes, 14 de noviembre de 2016

El Cristo Cósmico - Capíulo I


Capítulo I
EL CRISTO CÓSMICO

Aunque CRISTO nazca mil veces en Belén
Y no dentro de ti, tu alma estará acongojada
A la Cruz del Gólgota tu mirarás en vano
A menos que dentro de ti, se levante de nuevo.
ANGELUS SILESIUS

La canción popular del día que todos entonan con entusiasmo pero que es olvidada mañana, la obra que traspone el escenario tal vez durante cien noches sucesivas, para ser relegada al polvoriento estante para siempre, y todas las otras cosas que son evanescentes, demuestran la realidad incontrovertible de que no tienen ningún valor intrínseco. El resplandor de la estrella fugaz puede iluminar los cielos por un momento, pero aunque las demás sean más pálidas y atraen menos atención, su luz alegra al viajero noche tras noche a través de las edades.

Solamente las canciones que valen la pena escuchar una y otra vez; la música que nunca nos cansa, tiene un valor real en la vida. Así es también con los recurrentes ciclos cósmicos, marcados por las festividades del año. Vuelven vez tras vez y nos enseñan las mismas viejas lecciones desde nuevos puntos de vista.

Estamos de nuevo en la época de Pascua. El impulso de Vida del Cristo Cósmico que penetró en la Tierra, en el pasado otoño, retornó para el místico nacimiento de la Navidad, realizó su maravillosa magia de la fecundación durante los meses entre el otoño y el actual momento de Pascua y está ahora liberándose de la Cruz de la materia para ascender de nuevo al Trono del Padre, dejando a la Tierra recubierta del glorioso verdor de la primavera, lista para las actividades físicas de la estación de verano.

Tal como arriba, es abajo. Los procesos que tienen lugar en mayor escala en la Tierra son reproducidos también en el hombre. Durante los últimos seis meses, hemos estado absolutamente impregnados de las vibraciones que predominan en invierno mucho más de lo que podemos estar bajo las condiciones de mayor materialidad que prevalecen en verano. Llegó en el otoño un nuevo impulso hacia una Vida superior, culminó en Nochebuena y realizó su magia en nuestras naturalezas de acuerdo con la forma en que hemos aprovechado nuestras oportunidades. De acuerdo con nuestro esmero o desidia en la estación pasada, la progresión será acelerada o retrasada en la próxima, pues no hay palabra más cierta que aquella que nos enseña que somos tal como nos hemos hecho. El servicio que hemos brindado o dejado de brindar, determina si es que una nueva oportunidad para un servicio mayor nos dará mayor impulso hacia el cielo; no se puede dejar de repetir suficientemente, que es inútil esperar la liberación de la Cruz de la materia hasta que hayamos utilizado nuestras oportunidades aquí y por lo tanto haber ganado una esfera más amplia de utilidad. Los “clavos” que sujetaban a Cristo a la Cruz del Calvario nos atarán hasta que el impulso dinámico del Amor fluya de nosotros en olas y rítmicas marejadas como la marea de Amor que penetra anualmente en la Tierra y la infunde de renovada vida.

Vosotros conocéis la analogía entre el hombre –que entra a sus vehículos durante el día, vive en ellos y trabaja por medio de ellos, a la noche es un espíritu libre, libre de todos los grilletes del cuerpo denso– y el Espíritu Crístico que mora en nuestra Tierra parte del año. Todos sabemos qué grilletes y qué prisión resulta el cuerpo; cómo estamos impedidos por la enfermedad y el sufrimiento, pues no hay ni uno de nosotros que esté siempre en perfecta salud de modo tal que nunca sienta la aflicción de un dolor, por lo menos ninguno en el Sendero Superior puede dejar de comprender o ignorar esto.

De parecida manera ocurre con el Cristo Cósmico que vuelve su atención hacia nuestra insignificante Tierra, concentrando Su Consciencia en este planeta para que podamos tener Vida. Ha de incorporarse a esta masa muerta (que nosotros hemos cristalizado del Sol) anualmente; y es un grillete, una traba y una prisión para Él. Por consiguiente, es justo y acertado que nos regocijemos al venir Él por Navidad, un año y otro año a nacer de nuevo en este mundo para ayudarnos a sobrellevar y librarnos de la pesada carga con que nos hemos abrumado nosotros mismos. Nuestros corazones, en aquellos días, deberían volverse con gratitud hacia Él por Su Sacrificio durante los meses invernales en que, para nuestra causa, imprime a este planeta Su Vida, despertándolo de su letargo invernal en que debería permanecer si Él no naciera aquí para darle Vida. Durante los meses de invierno soporta agonías de tortura “sufriendo, afanándose y esperando el día de Su Liberación” que llega en los días que la Iglesia Ortodoxa conoce como la Semana Santa. Pero nos damos cuenta según las Enseñanzas Místicas que esa semana no es más que la culminación o la cumbre de Su Sufrimiento y que sale entonces de su prisión; de modo que cuando el Sol cruza el Ecuador, Él cuelga de la Cruz y exclama: “¡Consummatum est! ¡Todo se ha Consumado!” Es decir, Su Trabajo de aquel año se ha cumplido. No es un grito de agonía, sino uno de triunfo, una exclamación de gozo por la Hora de la Liberación que ya ha llegado y que de nuevo Le permite elevarse a otro período, libre del vestido aherrojador de nuestro planeta.

El punto al cual quisiera llamar vuestra atención, es que deberíamos regocijarnos con Él en esa grande, gloriosa y triunfal Hora, la Hora de la Liberación cuando Él exclamó: “Consumado está”. Entonemos nuestros corazones con este gran Evento Cósmico; regocijémonos con el Cristo, Nuestro Salvador, el término de Su Sacrificio anual ha sido completado nuevamente; y sintámonos agradecidos desde el fondo de nuestros corazones pues Él ahora está por Liberarse de las ligaduras de la Tierra; la Vida con que Él ha imbuido nuestro planeta es suficiente para sobrellevarnos a través del tiempo hasta la próxima Navidad.

La naturaleza es la expresión simbólica de Dios. Por lo tanto, si queremos conocer a Dios debemos estudiar a la naturaleza, siempre recordando que hay un propósito detrás de cada manifestación.

La Vida es una escuela, y a través del aprendizaje de sus muchas lecciones, la humanidad está evolucionando lentamente desde una Chispa Divina hasta la Divinidad.

Si hubiéramos aprendido las lecciones como nos fueron dadas, no hubiera habido necesidad del gran sacrificio que fue hecho y es hecho anualmente por el Espíritu de Cristo, la Encarnación del Amor. A través del egoísmo, la desobediencia a la ley, de las prácticas malas, nosotros habíamos cristalizado no solamente nuestros cuerpos, sino también la Tierra en que vivimos, a tal grado que como medios de la evolución habíamos llegado a ser completamente inútiles. Cuando nada podía salvarnos de los resultados de nuestros propios errores, el Compasivo Cristo se ofreció a Sí Mismo, y Su gran poder de Amor para romper las cristalizadas condiciones de los cuerpos humanos y de la Tierra, y Él no abandonará la Tierra en la Pascua, hasta que haya dado de Sí Mismo hasta lo sumo. Durante tres años Él enseñó a la humanidad por la palabra, por el precepto y por el ejemplo.

Cuando fue crucificado en el Gólgota, Su gran Sacrificio por la humanidad recién había comenzado. Cada año, desde entonces, para el 21 de setiembre cuando el Sol pasa por el signo zodiacal de Virgo al signo de Libra, el Espíritu de Cristo, al retornar a la Tierra, toca nuestra atmósfera, Él inicia esta jornada descendente alrededor del 21 de junio, en el Solsticio de verano, cuando el Sol entra en Cáncer, llega al centro de nuestra Tierra en la medianoche del 24 de diciembre. Allí permanece por tres días y luego comienza a salir.

Esta salida se completa en la época de Pascua. Desde la Pascua hasta el Solsticio de verano, Él pasa a través de los mundos superiores, y llega al Mundo del Espíritu Divino, el Trono del Padre, el 21 de junio. Durante julio y agosto, mientras el Sol está en Cáncer y Leo, Él está reconstruyendo Su Espíritu de Vida, vehículo que traerá de nuevo al mundo y con el cual rejuvenecerá la Tierra y los Reinos vivientes que están evolucionando dentro y sobre ella. De la Navidad hasta la Pascua, Él da de Sí Mismo sin límite o medida, imbuyendo la Vida no sólo en las durmientes semillas sino en todo lo que está alrededor, sobre y dentro de la Tierra.

Sin esta anual infusión de Vida y Energía Divinas, todas las cosas vivientes sobre nuestra Tierra pronto perecerían, y todo progreso ordenado se frustraría por lo que respecta a nuestros presentes lineamientos de desarrollo. Esta actividad germinal de la Vida del Padre, traída a nosotros por el Cristo y liberada completamente en la época de la Pascua, es la que inicia un crecimiento renovado y una actividad aumentada en la planta, el animal y el hombre en esta particular estación del año.

El Cristo no abandona la Tierra para la Pascua hasta que se haya dado de Sí al máximo. Es entonces que la infusión de Su Vida juntamente con los casi verticales rayos del Sol, hace que crezcan las semillas, que florezcan los árboles y los pájaros dirigidos por sus Espíritus Grupos, se apareen y construyan sus nidos. La humanidad es fortalecida e imbuida con la necesaria energía y coraje para enfrentar, sacar provecho y crecer por los embates con los diversos y perplejos problemas de la vida.

Para aquellos que han elegido trabajar a sabiendas e inteligentemente con la Ley Cósmica, la Pascua tiene un gran significado. Para ellos significa la liberación anual del Espíritu Crístico de los confines estrechos de la Tierra y su gozosa ascención hasta Su verdadero Mundo-Hogar, para permanecer ahí toda la estación descansando en el Seno del Padre; y si ellos tienen sus ojos abiertos realmente, percibirán las Huestes Angélicas esperando, listos para acompañarlo en Su viaje al Cielo; si es que sus oídos están sintonizados con los sonidos celestiales, ellos oirán coros celestiales cantando loas a Él, con alegres “Hosannas” al Señor resucitado.

A los iluminados la Pascua trae una profunda comprensión del hecho que todos los seres de la humanidad son peregrinos sobre la Tierra, que el verdadero Hogar del espíritu está en el Reino de los Cielos y que para alcanzar ese Reino todos deberíamos esforzarnos en aprender las lecciones en la “escuela de la vida”, tan pronto como sea posible para que puedan buscar el amanecer de un día que los libere para siempre de las ligaduras de la Tierra. Entonces, al igual que el Cristo Liberado, ellos llegarán a la comprensión de esa gloriosa inmortalidad que es la recompensa del Espíritu perfecto.

Para los iluminados, la Pascua simboliza el amanecer de un grato día, cuando toda la humanidad y también el Cristo sean liberados permanentemente del agobiador confinamiento de la materialidad y ascenderán a los Reinos Celestiales para ser Pilares de Fuerza en la Casa del Padre, de la cual nunca saldrán jamás.

del libro Temas Rosacruces UNO - publicado por Estudiantes de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel


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