domingo, 20 de noviembre de 2016

La lección de Pascua


Capítulo V
LA LECCIÓN DE PASCUA

Pues si tú estás Muerto con Él, tú también Vivirás con Él, y
si tú participas de Sus Sufrimientos, tú también serás de Su
Gloria.
TOMÁS DE KEMPIS


De nuevo la Tierra ha llegado al Equinoccio vernal en su cíclico ritmo anual en derredor del Sol y tenemos la Pascua.

El Rayo espiritual enviado por el Cristo Cósmico cada otoño para reponer la decaída vitalidad de la tierra, está por ascender al Trono del Padre. Las actividades espirituales de la fecundación y germinación que han sido llevadas a cabo durante el invierno y la primavera, serán sucedidas por el crecimiento material y un proceso de maduración durante el venidero verano y otoño bajo la influencia del Espíritu de la Tierra que mora en ella. El ciclo termina en el “Hogar de la Cosecha”. Así el Gran Drama Mundial se desarrolla y vuelve a desarrollar de año en año, un concurso eterno entre la Vida y la Muerte; cada cual en turno siendo el victorioso y luego el vencido a medida que los ciclos se suceden.

Este gran influjo y reflujo cíclico no es restringido en sus efectos sobre la tierra y su flora y su fauna. Ejercen una influencia compulsiva sobre la humanidad, aunque la gran mayoría no está enterada de lo que les impele a la acción en una dirección u otra.
El hecho permanece sin embargo, independientemente de su conocimiento, que es la misma vibración terrenal que adorna tan llamativamente a los pájaros y a las bestias en la primavera es también el responsable del deseo humano de vestir colores alegres y ropas llamativas durante esa estación. Esto es también “el llamado de la selva” que en el verano lleva a la humanidad a la relajación entre escenas rurales donde los espíritus de la naturaleza han labrado su mágico arte en la pradera y en el bosque, a fin de recuperar la tensión de las condiciones artificiales en las congestionadas ciudades.

Por otro lado, es la caída del Rayo espiritual desde el Sol en el otoño, que causa la reasunción de las actividades mentales y espirituales en invierno. La misma fuerza germinativa que leuda la semilla en la tierra y la prepara para reproducir y multiplicar su especie, también agita la mente humana y fomenta las actividades altruistas que hacen mejor al mundo. ¿No fue acaso esta gran ola de desinteresado AMOR CÓSMICO el que culminó en Navidad?, si no hubiera vibrado la paz y la buena voluntad, no habría ese sentimiento de festividad en nuestros pechos para engendrar un deseo de hacer a los demás, igualmente felices; la universal costumbre de dar regalos en Navidad sería un imposible y todos sufriríamos esa pérdida.

Cuando el Cristo caminó día tras día, de aquí para allá por los cerros y los valles de Judea y Galilea enseñando a las multitudes, todos se beneficiaron. Pero Él comulgó más con Sus discípulos y ellos por supuesto crecieron grandemente cada día. El lazo de Amor se hizo más estrecho a medida que el tiempo pasaba, hasta que un día manos despiadadas se llevaron al querido MAESTRO y lo sometieron a una muerte vergonzosa.
Pero aunque Él había muerto en la carne Él continuó comulgando con ellos en Espíritu, por un tiempo. Por fin, sin embargo, Él ascendió a esferas más altas y el contacto directo con Él se perdió; tristemente estos hombres se miraron y preguntaron: ¿Es éste el fin? Tuvieron tantas esperanzas; habían abrigado tan altas aspiraciones, y aunque el hermoso verdor se mantenía tan fresco en el panorama bañado de Sol, como antes que Él se fuera, la tierra parecía fría y funesta pues la negra desolación carcomía sus corazones.

Así es también con nosotros que pretendemos seguir tras el espíritu y luchar contra la carne, aunque la analogía tal vez no haya sido previamente aparente. Cuando comienza la “caída” del Rayo Crístico en otoño y anuncia la estación de la supremacía espiritual, nosotros lo presentimos de inmediato y comenzamos a lavar nuestras almas en la bendita oleada, con avidez. Experimentamos un sentimiento análogo al de los Apóstoles cuando andaban con Cristo y a medida que la estación va pasando se hace más y más fácil comulgar con Él cara a cara. Pero en el curso anual de los sucesos la Pascua y la Ascensión del resucitado Rayo Crístico, el Padre, nos deja en idéntica posición al de los Apóstoles cuando su amado Maestro se fue. Estamos desolados y tristes; vemos al mundo como un desolado páramo y no podemos entender la razón de nuestra pérdida, la que es tan natural como los cambios del flujo y reflujo y entre el día y la noche fases de la presente edad de ciclos alternantes.

Hay un peligro en esta actitud mental. Si se permite que se haga carne en nosotros, estamos propensos a cesar nuestro trabajo en el mundo y tornarnos soñadores, perder nuestro equilibrio e incitar la justa crítica de nuestros semejantes. Tal línea de conducta es errónea, pues como la tierra se esfuerza en un logro material para brindar abundantemente en verano después de recibir el ímpetu espiritual en invierno, así deberíamos nosotros también esforzarnos a mayores propósitos en el trabajo del mundo cuando ha sido nuestro privilegio comulgar con el espíritu. Si hacemos así seremos más aptos para incitar a la emulación antes que al reproche. Estamos inclinados a pensar del miserable como uno que acumula oro, y tales personas son generalmente objeto de repudio.

Pero hay gente que se esfuerza tan asiduamente en adquirir conocimiento como la miserable lucha para acumular oro; que se rebajan a cualquier subterfugio para conseguir su deseo y celosamente guardan sus conocimientos como los míseros guardan su tesoro. Ellos no comprenden que por ese camino están cerrando la puerta a mayor sabiduría. La antigua Teología Noruega contenía una parábola que dilucida simbólicamente el asunto. Mantenía que todos aquellos que morían luchando en el campo de batalla –las almas fuertes que batallaban en la noble lucha hasta el final– eran llevados al valle para estar con los Dioses; mientras, los que morían en cama o de una enfermedad –las almas que van a la deriva, débilmente a través de la vida–, iban al lúgubre Niflheim.

Los valerosos guerreros en Walhalla festejaban diariamente con la carne de un jabalí llamado Scrimner, que era hecho de tal manera, que cuando se le cortaba un trozo, la carne crecía de nuevo, de manera que nunca era consumido no importa cuánto fuera trinchado, de tal modo simboliza adecuadamente a los "conocimientos”, pues no importa cuanto de ellos damos a otros, siempre retenemos el original.

Así hay una cierta obligación de informar lo que tengamos como conocimientos y “A quien mucho se le da, mucho se le exigirá”. Si acumulamos las bendiciones espirituales que hemos recibido, el mal está a nuestra puerta; de manera que imitemos a la tierra en ésta época de Pascua. Brindemos en el mundo físico de la acción los frutos del espíritu sembrados en nuestras almas durante la pasada estación invernal. Así también seremos abundantemente bendecidos año tras año.

del libro Temas Rosacruces UNO - 
publicado por Estudiantes de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel


*

No hay comentarios:

Publicar un comentario