lunes, 9 de enero de 2017

La época polar - Capítulo I


Capítulo I
LA ÉPOCA POLAR

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios, lo
creó: macho y hembra los creó.
(Génesis I, 27.)

Al estudiar los orígenes del hombre y su estado prehistórico, tropezamos constantemente contra inexplicables misterios, especialmente cuando leemos en forma materialista el Antiguo Testamento, que es la más maravillosa historia que se haya escrito del hombre. Entonces nos vemos obligados a trepar por las más formidables rocas de la duda. Pero si sabemos leer entre líneas y contemplamos el pasado con una mente abierta e imparcial, entonces este libro del Génesis es una verdadera mina que contiene las gemas más preciosas y raras.

En la obra Concepto Rosacruz del Cosmos se nos enseña que el mundo está dividido en siete diferentes estados de conciencia. Comenzando con el más denso, tenemos la materia física, con la que está formado el cuerpo físico del hombre. Aunque no sea visible a los sentidos físicos, sabemos y tenemos pruebas positivas de ello, que hay algo dentro y en torno de nosotros de naturaleza sutil, mucho más fino que nuestro cuerpo físico, pero que lo interpenetra, lo cual no podemos ver, pero sí sentir. La electricidad es una fuerza que el hombre no puede ver, pero sí sentir. También sabe que existe la atmósfera, aunque no pueda verla. Y de la misma manera podemos sentir y saber que existe esa vida sutil y rarificada. Vemos la tormenta y sentimos su fuerza.
Vemos las gotas de lluvia cuando caen sobre la tierra y la ciencia nos dice que esta lluvia asciende por evaporación, causando así la humedad de las nubes. Sabemos que el viento sopla y sentimos su influencia refrescante. La ciencia tiene una razón para todos estos cambios y explica estos fenómenos atmosféricos de acuerdo con sus investigaciones materialistas.

El ocultista explica estos fenómenos desde el punto de vista más elevado y espiritual, indicando a los científicos que las grandes regiones invisibles de donde proceden los vientos, están pobladas por elevadas inteligencias y que grandes espíritus controlan los elementos; que hay seres que ejecutan sus órdenes; que, por ejemplo, el Espíritu del Agua tiene sus obreros: las Ondinas, y que el Espíritu que domina y gobierna los vientos lo hace por intermedio de los Silfos. Y así tenemos los elementos, que el hombre tiene que reconocer como existentes, todos con sus invisibles dirigentes y trabajadores, que existen en el Gran Universo de Dios, lo mismo que el pobre materialista que niega todo cuanto no puede ver con sus ojos físicos y que, cuando se le pide que explique todos estos misterios, no puede hacer nada.

Ahora bien; como hemos dicho antes, El Conceptos Rosacruz del Cosmos reconoce siete mundos diferentes. ¿Cómo los llamaremos? No podemos llamarlos materia, puesto que sólo podemos reconocer como tal lo que el hombre puede ver con sus ojos físicos. Pero existen otros seis estados de conciencia, a los que podemos denominar con los nombres que les fueron dados a Max Heindel por los grandes seres que lo consideraron digno de poseer este conocimiento: el Mundo Físico, el Mundo del Deseo, el Mundo Mental, el Mundo del Espíritu de Vida, el Mundo del Espíritu Divino, el Mundo de los Espíritus Virginales y el Mundo de Dios. Ahora bien, estos son simples nombres que no explican las condiciones de esos diferentes estados. Como ilustración tomemos una tetera llena de agua. Sabemos que el aire se disuelve en esta agua. Si colocamos esta tetera llena de agua sobre un bloque de hielo, el agua se irá endureciendo y al cabo de un tiempo se habrá convertido en hielo. Pero coloquemos ahora esta tetera llena de hielo sobre un calentador y al cabo de un tiempo el hielo se habrá derretido, para convertirse más tarde en vapor y desaparecer en la atmósfera, perdiéndose de vista y haciéndose invisible. ¿Adónde ha ido? A algún sitio donde no pueden seguirlo los incrédulos ojos del materialista, pero adonde el ocultista sí sabe.

Este último sabe que no hay nada en el Universo de Dios que pueda perderse.

El hombre, que es la obra más perfeccionada de Dios, está compuesto por todos y cada uno de los elementos que se encuentran en esos siete mundos. El ser humano, tal como es hoy, con su mentalidad y su cuerpo maravillosamente desarrollado y complejo, no, fue hecho, como mal entienden algunos al leer el primer capitulo del Génesis, de barro y en un día, sino que su presente estado de desenvolvimiento es el resultado de edades y edades de crecimiento. Podemos seguirlo cuando penetra en la arena de la vida como un espíritu virginal, un pensamiento, una chispa del Padre Divino, arrojada en el espacio con una fuerza tal como sólo Dios puede tener. Esta forma mental tuvo su origen en un Mundo de Espíritus Virginales, en el que la Luna Divina comenzó su largo peregrinaje a través de la materia, reuniendo substancias de cada mundo, cada vez más densas y abriéndose camino a través de las etapas o estados del Mineral, Vegetal, Animal y finalmente del Humano. Dentro de esta chispa divina se desarrollan todas las potencialidades del Padre Divino. Así como el pensamiento de un edificio es generado por el hombre, en cuya mente toma forma gradualmente, poniéndose luego a trazar los planos correspondientes en el papel y procurándose más tarde los materiales con los cuales hay que erigir esa construcción, así también fue el Pensamiento de Dios, la chispa que debía convertirse en ser humano, también hecho manifiesto, y hoy lo encontramos expresándose en un cuerpo por el que David alababa a Dios en el Salmo 139, diciendo: “Yo te alabaré: porque estoy hecho maravillosa y terriblemente”.

Paracelso dice por su parte: “El cuerpo físico mismo es el mayor de los misterios porque en él están contenidos en estado condensado, solidificado y corpóreo las esencias mismas que constituyen las sustancias del hombre espiritual, y este es el secreto de la Piedra Filosofal”.

Existen misterios dentro de este templo humano que el hombre no puede resolver y que han desafiado igualmente a la ciencia materialista, y por cuya solución se han sacrificado muchas vidas humanas y animales. Los vivisectores han arriesgado sus propias almas en su esfuerzo por resolver estos misterios. La ciencia materialista ha sometido a los animales a los sufrimientos más horrendos con el fin de tratar de arrancar a Dios estos secretos. Pero la ciencia materialista no puede ir más allá cuando se encuentra frente a una muralla infranqueable para sus instrumentos y sus mentalidades científicas que nada pueden hacer. Sólo existe un instrumento que la ciencia materialista no puede o no quiere reconocer y que es el único que podría atravesar esa muralla: el Espíritu Humano. Sólo el vidente bien desarrollado tiene acceso a las regiones elevadas que el materialista no quiere reconocer, desgraciadamente, porque no se le pueden dar pruebas materiales acerca de las mismas. Sin embargo, debemos reconocer todas las maravillas que ha realizado en su lucha para dominar y comprender las enfermedades humanas. La Materia Médica ha realizado cosas maravillosas.

Hay dos fuerzas en la Naturaleza que el hombre reconoce como existentes en cada átomo: la fuerza positiva o masculina y la fuerza negativa o femenina. Las encontramos en los metales que el hombre usa para generar electricidad, el cobre, zinc, etc. En las plantas encontramos los mismos elementos. El átomo más diminuto del cuerpo humano está cargado con estas fuerzas. Esas mismas energías operan en todo su cuerpo y sin ellas no podrían mantenerse juntas las partículas que lo forman. Aunque el hombre, con un cuerpo masculino, pueda expresar lo físico positivo, sin embargo, su cuerpo vital negativo es el que permite que las partículas físicas positivas se mantengan juntas. Y de la misma manera, la mujer que se expresa mediante un cuerpo negativo femenino en el mundo físico, está equilibrada gracias a su cuerpo vital positivo.

Las varias formas y desenvolvimientos del cuerpo humano durante la vida prenatal, constituyen otras tantas recapitulaciones de este desenvolvimiento durante la evolución. En la Epoca Polar su cuerpo era globular, similar al óvulo y formado por sustancias gelatinosas. Al principio no había más que un órgano que sobresalía de la parte superior de esa forma globular, o en forma de bolsa. Era un órgano de sensación este órgano en realidad, el núcleo con el cual se construiría el resto del cuerpo, así como el medio por el cual el hombre recibía la vida del Padre. A este órgano se lo llama actualmente la glándula pineal o epífisis. Las energías del ser humano en esa época, eran, como las del feto, dirigidas hacia adentro, para formar los órganos futuros, y así como la vida prenatal del cuerpo físico actual está dirigida y auxiliada por la madre, así también durante el período involucionario, el ser humano era ayudado por las Jerarquías Divinas. Él estaba entonces en contacto directo con los Reinos Superiores y no tenía conciencia de su medio físico circundante. Entretanto, iban tomando forma en su cuerpo ovular los ojos, los oídos y diversos órganos, mientras que la glándula pineal, que actualmente constituye un misterio para la ciencia médica, era el único medio de comunicación con el mundo exterior. Este órgano era mucho más grande que actualmente, y de su extremidad superior cónica salía un tentáculo largo y transparente, muy flexible, que ayudaba en la locomoción y en la sensación, y los restos de este apéndice pueden todavía verse en la pequeña extremidad de la glándula pineal. Tiene actualmente la apariencia de un pequeño trozo de piel, cuyas funciones explicaremos en otro capítulo.

del libro Temas Rosacruces UNO 
publicado por Estudiantes de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel


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